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El deseo de Pedro

Pedro y su hermana estaban separados por 576 kilómetros. Su ceguera y las múltiples enfermedades respiratorias hacían imposible ese encuentro tan esperado…

El reencuentro fue profundamente emotivo. Pedro, al acariciar el rostro de su hermana, soltó un suspiro que hablaba de años de amor contenido. Las lágrimas, los abrazos y esa conexión única entre hermanos crearon un momento inolvidable. Entre risas y despedidas, ella le dijo: “Pórtate bien, para que nos lleven al mismo sitio… y allí volver a vernos, convertidos en ángeles, como lo fuimos en la tierra.”

Y no solo fue emotivo, también fue cálido. La familia nos recibió con una generosidad inmensa, llenando de cariño y gratitud a cada voluntario. Gracias por hacernos sentir parte de su hogar.

Gracias, gracias y mil veces gracias por permitirnos ser testigos de tanto amor.