Con una gran sonrisa nos esperaba Jesús Antonio en Madrid: su deseo estaba a punto de cumplirse.
Allí lo esperaba Mario, a quien abrazó con ilusión, sabiendo que algo muy especial estaba por suceder.
Durante el viaje en ambulancia, iba arropado por su hijo y nuestro enfermero. Fue un trayecto duro, pero su sonrisa no se borraba; su mirada irradiaba luz y felicidad.
Íbamos rumbo a Majaelrayo (Guadalajara), el pueblo donde tantas veces pasó las vacaciones con su madre. Allí estaban los recuerdos de su niñez.
Su esposa y sus nueras lo esperaban en la plaza, su plaza.
“Está todo cambiado”, decía, pero la esencia, el olor y la tranquilidad seguían intactos.
Compartió una comida con su familia en un restaurante del lugar, cercano y acogedor.
Ya de regreso en el hospital, nos dio las gracias muy emocionado y nos dijo:
“Ha sido un viaje muy productivo”.
Las gracias te las damos nosotros, Jesús Antonio, por llevarnos a un lugar lleno de encanto y por compartir con nosotros tu familia, tu sueño y tu tiempo.

