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El deseo de Jero

Ha sido un viaje que no solo recorrió kilómetros, sino también nuestras almas.

Cuatro personas unidas por algo más profundo que el destino. En el corazón de todos brillaba Jerónimo, Jero para los amigos, un guerrero silencioso, paciente con un diagnóstico crónico avanzado. Su deseo: respirar la calma de la montaña en la Pina de Montalgrao, contemplar la pequeña ermita de Santa Bárbara y sentir, una vez más, el abrazo de la vida.

A su lado, su compañera de vida, Josefin, su amor de siempre, quien no se apartó ni un instante, con lágrimas contenidas y una ternura infinita. Con ellos, nosotros dos: cuidando no solo su cuerpo, también su corazón, regalando compañía, sonrisas y muchas fotos para el recuerdo.

La montaña, aún en junio, nos recibió con un manto verde y un viento fresco, como si supiera que ese día íbamos a recoger momentos para la eternidad.

La ermita de Santa Bárbara, silenciosa y acogedora, fue testigo de abrazos largos, miradas que hablaban sin palabras, lágrimas y una promesa implícita entre Jero y Josefin: que el amor no se termina, solo se transforma.

No fue un viaje cualquiera. Fue un momento inolvidable, un acto de valentía y una celebración de la vida, incluso en su fragilidad. Y, sobre todo, fue la prueba de que, cuando el corazón guía el camino, ningún lugar queda demasiado lejos para la Ambulancia del Deseo, y ningún adiós es completamente definitivo.

Gracias de corazón, Jero y Josefin, por dejarnos compartir este instante tan lleno de humanidad y amor.