Anselmo, su mujer y el mar.
Con la fuerza de quien lucha cada día contra una enfermedad avanzada, Anselmo tenía un último deseo: volver a sentir la brisa del Mediterráneo en su rincón del alma, las playas de Cullera.
Junto a su mujer, se puso en contacto con la Fundación Ambulancia del Deseo… y el viaje comenzó.
En la orilla no hicieron falta palabras. Una mirada, una caricia en la mano y una media sonrisa bastaron para iluminarlo todo.
El tiempo pareció detenerse: el amor, el mar y ese instante único nos recordaron lo verdaderamente esencial.
Fue un recuerdo imborrable, un deseo cumplido, una historia que permanecerá siempre con nosotros.
Porque cumplir un deseo no es solo un gesto: es devolver esperanza, paz y sentido a quienes más lo necesitan.
